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San Cristóbal El Alto una aldea llena de vecinos que cambiaron su historia

San Cristóbal el Alto es una de las aldeas de Antigua Guatemala. Cuenta con una ruta de acceso empedrada, transporte turístico, hoteles ecológicos, restaurantes de comida vegetariana y típica, así como ventas de artesanías locales. También cuenta con una biblioteca física y virtual, gestión de becas, eventos culturales, una clínica médica y un proyecto de reciclaje.

Pero a inicios de este siglo no era así. Hasta los noventa tenía los índices más altos de desnutrición y pobreza, sus habitantes, que hasta el 2018 eran 580, tenían un bajo nivel en la educación.

La comunidad no contaba con servicios básicos. No había agua, alcantarillas ni transporte que subiera o bajara de la ciudad al pueblo. Había un maestro para varios grados y una carretera de acceso de terracería. “La gente migraba, negaba al pueblo. No había un futuro para la comunidad”, comenta Inocente Cutzán, presidente de la futura cooperativa al sitio web Relato.

Con ese panorama le apostaron a la educación de sus habitantes y crear el escenario para un turismo comunitario. En el 2001 formaron el primer Consejo Comunitario de Desarrollo Urbano y Rural (COCODE) para comenzar un proyecto que esperaban cambiara la historia de San Cristóbal el Alto.

Desde entonces el trabajo ha sido arduo. Diseñaron una red de captación de agua que proviene de varios nacimientos que encontramos en el cerro El Cucurucho. Los tanques de captación de agua abastecen sus pilas y a través de mucho esfuerzo han logrado gestionar la electricidad y el agua potable para la comunidad. 

Foto de Twitter de María del Carmen Aceña

El trabajo ha sido arduo. Para 2012, ya habían alcanzado el 80 por ciento de lo que se propusieron en el 2001, por lo que decidieron hacer algo diferente para mejorar la economía del pueblo. Fue así como se formó la Cooperativa Integral de Servicios Especiales de Turismo Senderos del Alto, con la que le apuestan al turismo comunitario para “activar el desarrollo económico local y generara cadenas de valor internas”, menciona Cutzán. 

Es así como todo lo que han logrado ha sido financiado con dinero que los mismos habitantes destinan, de sus negocios, para los distintos proyectos que se han propuesto. El primero fue el senderismo de montaña, han diseñado un programa de recolección y banco de semillas originarias de la zona, programas de reforestación, instalación de estufas ahorradoras, y el uso de bolsas de tela para evitar las plásticas.

Y van por más. La comunidad tiene otros proyectos: uno de manejo y conservación del bosque con enfoque ecoturístico, San Cristóbal el Alto: un pueblo jardín y el fortalecimiento de los artesanos.

Foto de Relato / Elena Gaytán

Se han propuesto plantar 5 mil árboles, lo que va de la mano con hacer de San Cristóbal un pueblo jardín, por lo que trabajan en jardinizar el pueblo y reforestar el camino de acceso con árboles florales, la construcción de plataformas, miradores y orquidearios.

También buscan fortalecer los negocios locales a través de la preparación de los artesanos en temas como innovación de productos, comercialización y estrategias digitales. La idea es que los pobladores aprendan sobre tecnología para expandir sus marcas y lograr negociar internacionalmente.

Entre tanto, los habitantes están dispuestos a compartir su experiencia. “La única manera de cambiar la forma de vida de un pueblo es que los mismos habitantes se unan y trabajen en beneficio propio”, menciona Cutzán, quien cree que es un modelo que puede replicarse en otros lugares del país. “No porque nuestro proyecto sea el mejor, sino porque aprendemos de lo que los demás hacen, nos despiertan ideas y nos genera luces para darle valor a nuestro patrimonio tangible e intangible, la cultura y lo que poseemos como país”.

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