Una inspiradora muestra de arte fue inaugurada recientemente en la galería de la Fundación G&T Continental, ubicada en el edificio central del banco en la zona 9 de la Ciudad Capital.
Lo que hace especial esta exposición para los antigüeños es que las pinturas creadas por las artistas, Monika Bruch y AnnyBeth Guillén, están inspiradas en el reconocido libro del escritor Luis Cardoza y Aragón: Guatemala, las líneas de su mano.
A continuación un ensayo sobre la exposición escrito por la artista Monika Bruch.
A través de este recorrido hermoso y rico en colores, formas y texturas, se nos ofrece un retrato de Guatemala tal como es: diversa, tímida, colorida, humilde y fuerte a la vez. El autor lo logra perfilar muy bien, llevándonos en este recorrido hermoso por sus tierras que vistas desde arriba asemejan, según él, un alfiletero por su cantidad de volcanes.
Nos va contando con gran amor y orgullo a veces; con dolor en el corazón y el alma otras, todas las historias de este pedazo de América que por momentos pareciera querer pasar desapercibido en el mapamundi pero no lo logra, ya que desde su forma poco convencional llama la atención (así como la describe: “como un pájaro acurrucado sobre el Pacífico”).
Nos introduce en este viaje de la mejor manera posible, entrando por su puerta principal, con un recorrido rico en descripciones, de una manera esplendorosa y llena de imágenes cautivadoras, transparentándonos hasta hacernos sentir sus olores, percibir sus movimientos, sus sonidos, su comida, su gente.
A Guatemala nos la presenta como si estuviera describiéndola con facciones humanas (“mi Guatemala morena y mágica”). Comienza por Petén, baja por las Verapaces bordeando “sus azules y altos montes”, continúa describiéndola como una indígena cobanera, descomponiendo hilo a hilo sus trajes típicos, alabando el arte y trabajo de los huipiles.
Entre sus descripciones también deja caer ciertas críticas, pero que no se perciben negativamente sino como explicaciones de su cultura.
Nos introduce a Río Dulce, y no puede describirlo mejor cuando nos dice “estamos en el corazón del trópico”. Si alguien no conoce el Río, después de estos párrafos queda totalmente convidado a hacerlo y prácticamente asume un compromiso consigo mismo de visitar tan mágico lugar.
Yo lo he experimentado en mi propia piel. Siento que el Río tiene un imán que atrapa, algo muy difícil de describir pero que Cardoza y Aragón lo logra decir en seis palabras: “navegamos en el útero del mundo” y no puede describir mejor la sensación que se tiene al estar allí: “la emoción no proviene solo de la opulencia del paisaje, sino del estado del alma que engendra… sensación de sosiego y azoro al mismo tiempo”.
Nos pone ahí, en medio del cañón y logra que a través de sus palabras escuchemos “cuando una garza cambia de pie”.
Continúa luego contándonos historias de su infancia en La Antigua Guatemala, ciudad natal. Logra en pocas palabras pintarnos un cuadro de ese pueblo:
“Antigua: el crepúsculo es naranja, morado y amarillo. Huele a chocolate y a horno que se acaba de abrir.”
Luis nos logra transmitir su nostalgia de infancia, la cual pasó sumergido en una burbuja por lo que luego en su adolescencia se torna rebelde. Así explica por qué decide unirse a la causa política.
Sin darnos cuenta, sin anunciarnos, pasa de bellas y nostálgicas descripciones llenas de poesía y ritmo a narrar la tragedia acaecida desde siglos en esta bella Guatemala. La realidad supera su nostalgia y comienza su conflicto entre su amor a sus raíces y su deseo de alejarse a descubrir la vida y conocer su tierra desde una manera más objetiva, menos personal.
Nos transmite su angustia al contarnos las tragedias que ha sufrido este país, desde invasiones, terremotos, dictaduras.
Nos describe con gran detalle las procesiones y la vida antigüeña en Semana Santa, sin embargo esto no le impide decir la verdad, exponer la realidad. Presenta al pueblo hundido en la miseria, consecuencia del fantasma religioso.
Va llenando sus páginas con una alternancia de denuncias sociológicas y muchas descripciones llenas de vida y color. De esta manera, sutil pero fuerte, deja ver su postura hacia temas que han lacerado su tierra.
Habla de lo que significa el maíz para nuestras culturas de “la América india”. Recurre a los granos de maíz como guía para volver a casa, para encontrar sus raíces.
Su ensayo sobre lo que es ser guatemalteco es una autocrítica hecha con gran armonía y llena de poesía. Sirve para hacer las paces con sus raíces y sirve al extranjero para entender y contextualizar a la gente chapina.
El libro me encantó y lo siento como un regalo a mi existencia literaria por la vida. Recomiendo que todo aquel que se jacte de conocer Guatemala, haya leído ya la obra “Guatemala las líneas de su mano” de Luis Cardoza y Aragón. Tanto el guatemalteco como el extranjero que visita o vive en este país, debería hacerlo, y no solo una vez.